Mientras en Nicaragua y el resto del continente cada día más personas enfrentan dificultades para conseguir el agua potable que requieren para suplir sus necesidades, el sector productivo —que es el mayor consumidor de este recurso— desaprovecha los beneficios de usar aguas residuales tratadas en las actividades agrícolas y pecuarias y con ello la oportunidad de reducir la presión que el acelerado crecimiento poblacional pone al recurso hídrico.

La escasa cobertura de tratamiento de las aguas residuales es el principal obstáculo que además de impedir su adecuado aprovechamiento se convierte en una amenaza para la salud de las personas y del medioambiental.

Esto porque, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (conocida mundialmente como FAO) la mayor parte de las aguas residuales se vierten al mar o a los cursos de agua sin tratar y desde ahí se reutilizan de manera indirecta, y muchas veces no intencionada, en cientos de miles de hectáreas de cultivos.

“Un problema crítico y generalizado en la región es el uso de agua contaminada para el riego cerca de las grandes ciudades (es decir, en la agricultura periurbana), particularmente en las zonas áridas y semiáridas”, advierte la FAO. En la mayor parte de estas áreas agrícolas periurbanas pequeños agricultores cultivan frutas y verduras para abastecer los mercados locales.

Confiable y barata

“El hecho de que las aguas residuales urbanas constituyan una fuente de agua confiable, de bajo costo y rica en nutrientes ha impulsado esta práctica (el uso en el campo), pero como en muchos países los sistemas de monitoreo y control del agua son débiles o inexistentes, representa un peligro para la salud pública y la sanidad e inocuidad alimentaria”, alerta la organización.

No obstante, reconoce que hay avances. Argentina, Bolivia, Chile, México y Perú ya tienen casos exitosos de reutilización de aguas residuales urbanas tratadas para riego. Sin embargo, Nicaragua está muy lejos de aprovechar este recurso.

Según estadísticas de la FAO, de los 304,000 millones de metros cúbicos de agua residual municipal que se produjeron en 2008 en Nicaragua, solo 111,000 millones de metros cúbicos fueron tratados. Y del agua tratada solo mil millones de metros cúbicos fueron reutilizados.

“Efectivamente la cantidad de ciudades con sistemas de saneamiento son relativamente pocas. Tenemos un bajo nivel de saneamiento en las ciudades donde se puede recolectar cantidades importantes de agua para procesarla para uso agrícola”, afirma Víctor Campos, director del Centro Humboldt Nicaragua.

Según Campos, en la actualidad prácticamente “no se reúsa nada” y sería un gran aporte si parte de esas aguas después de ser tratadas pudieran reutilizarse en el sector agropecuario.

Seguirá la competencia

Pero crear las condiciones para asegurar el tratamiento de estas aguas no será fácil. Según el informe Mundial sobre Desarrollo del Agua 2017, de la Organización de Naciones Unidas (ONU), actualmente solo entre el veinte y el treinta por ciento de las aguas residuales recolectadas en los sistemas de alcantarillado urbano de América Latina y el Caribe son tratadas.

Pero para que en 2030 el 64 por ciento de estas aguas sean tratadas, los países de la región deben invertir más de 33,000 millones de dólares. Adicionalmente, para reducir la contaminación que provoca la escorrentía urbana incontrolada se deben invertir unos 34,000 millones de dólares en la expansión de los sistemas de drenaje de aguas pluviales.

Mientras esas inversiones se concretan, la mayor parte de los pequeños productores y la producción agrícola en pequeña escala seguirán dependiendo estrictamente del agua que se obtiene a través de la lluvia, y de que exista la posibilidad de recolectar parte de ella para ser usada en los tiempos de escasez.

“Pero no solo entendida esta recolección como cosecha de agua, sino también como conservación del recurso”, explica Campos.

Y el consumo humano seguirá compitiendo por el agua con la actividad agrícola y pecuaria, por tanto los grandes consumidores del sector agropecuario “y que la utilizan no necesariamente con las mejores prácticas”, entre ellos productores de caña y maní, y los ganaderos deben mejorar el uso del recurso.

Urgen cambios en occidente

“Porque esta no es responsabilidad solo del Gobierno. Me parece que la gran empresa privada debe ser más eficiente en el uso del agua, para liberar recursos de agua que no compitan con el consumo humano… Además de establecer sus propias plantas de tratamiento deben hacer mejor uso de ella, porque cuando se tiene en abundancia se desperdicia”, sostiene Campos.

Estos cambios en el uso del agua en el sector agrícola deben promoverse principalmente en León y Chinandega, donde se utiliza el agua subterránea para riego y “como esos pozos están siendo sobreexplotados se está propiciando la intrusión marina, es decir se está mezclando el agua salada con la dulce y este es un proceso irreversible que daña los pozos y pone en riesgo los principales acuíferos de la zona, porque esta agua no sirve ni siquiera para uso agrícola”, advierte Campos.

Además, el especialista considera que en cumplimiento de los compromisos que Nicaragua asumió para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en 2030 se deben realizar los esfuerzos necesarios para elevar la cobertura de las aguas residuales, porque esto no es solo una responsabilidad sino también una necesidad que se tiene que subsanar.

Uso en Nicaragua

1.54 millones de millones de metros cúbicos de agua se utilizaron en Nicaragua en 2011, según estadísticas de la FAO. De estos:

1.18 millones de millones de metros cúbicos de agua fueron utilizados por el sector agropecuario en las actividades de riego, ganadería y acuicultura.

286 millones de metros cúbicos de agua se usaron para el abastecimiento urbano.

74 millones de metros cúbicos de agua para uso industrial.

Beneficio ambiental

Según el Informe Mundial sobre Desarrollo del Agua 2017, de la Organización de Naciones Unidas (ONU), además de liberar la presión al recurso hídrico, el uso de las aguas residuales tratadas aportaría nutrientes-fertilizantes a los suelos que favorecerían la agricultura periurbana, acercando la producción a los centros de consumo. Además, la reutilización de estas aguas tiene un alto potencial de secuestro de carbono y mitigación del cambio climático; puede mejorar la calidad del agua y aumentar su disponibilidad para usos ambientales.

Fuente: La prensa